A continuacion os narro los 25 momentos magicos que demuestran que eres un verdadero ciclista.
Cuando nos damos cuenta que el camino no está en el monte, sino que el monte es el camino.
Cuando tenemos un cajón en nuestro armario dedicado exclusivamente a guardar nuestro equipamiento ciclista.
Cuando pasamos la noche sin dormir después de afeitarnos las piernas por primera vez, debido al escozor de la piel rozando con las sábanas.
Cuando la frase "Gracias por la ruta" se transforma en algo cotidiano de nuestro vocabulario.
Cuando vemos a alguien con un bronceado de ciclista (brazos y piernas) y le dedicamos un pequeño gesto de reconocimiento.
Cuando descubrimos que una lata de Coca-Cola es capaz de resucitar a los muertos.
Cuando iniciamos y terminamos la misma ruta en bicicleta bajo una lluvia torrencial.
Cuando estamos en una tienda de bicicletas mucho tiempo y nadie espera que compremos algo.
Cuando el cuentakilómetros de la bicicleta registra cifras de tres dígitos en una misma ruta.
Cuando montamos en bicicleta por quinto día consecutivo y el culo no nos duele.
Cuando dejamos de rodar al lado o detrás del grupo de ciclistas y rodamos justo en el interior, sin sentir claustrofobia.
Cuando somos capaces de lanzar un verdadero cohete de mocos por nuestra nariz con total precisión y sin disminuir el ritmo de la bicicleta.
Cuando nos damos cuenta de que alguien más también lleva grasa de la cadena sobre la pantorrilla derecha.
Cuando nos quedamos enganchados en los pedales y sufrimos una caída tonta en cualquier parada.
Cuando rodamos por una ciudad congestionada y nos sentimos felices de saber que somos los únicos que nos estamos moviendo.
Cuando nuestro jefe/a nos pregunta acerca de lo que está ocurriendo en el Tour de Francia.
Cuando reparamos nuestra vieja bicicleta para ayudar a alguien a iniciarse en el ciclismo.
Cuando cambiamos nuestro primer juego de neumáticos desgastados en la bicicleta.
Cuando encontramos a un ciclista con problemas y le damos nuestra única cámara de repuesto para las ruedas.
Cuando conseguimos perdernos realmente por el monte a lomos de nuestra bicicleta, deliberadamente.
Cuando arrugamos por primera vez el número de nuestro dorsal al final de una competición.
Cuando admiramos por primera vez un amanecer sobre el sillín de nuestra bicicleta.
Cuando estamos en mitad de una subida brutal y nos damos cuenta de que ese camino no es correcto y, sin embargo, continuamos el ascenso.
Cuando compramos la primera bicicleta "seria" a nuestro hijo/a y vemos el brillo de felicidad en sus ojos.
Cuando sospechamos que esa bicicleta de al lado es robada y, sinceramente, nos duele de verdad.
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